
El viento levantaba algo de espuma de las olas. El sol las acariciaba con sus rayos al contraluz, proporcionando reflejos dorados al amanecer. Las nubes, ominosas, ofrecían el contrapunto a las aún oscuras aguas. El banco solitario esperaba a los paseantes.
© Ricard de la Casa – febrero 2010
Veala en grande en mi galería de FLICKR.