
Cualquier lugar tiene magia. Hasta el rincón más recondito de tu mente posee ese don. Solo necesitas imaginartelo y está allí. Al alcance de tu corazón.
La puedes acariciar, oler y degustar. Es música. A veces hace falta dejar de mirar y observar para percibirla. Otras basta con deslizar las yemas de tus dedos sobre la textura. En la mayoría basta con inspirar.
Bombea constantemente y fluye. Jamás languidece.
Salamanca es así. Esparce sobria fantasía, derrama burbujas que te hacen cosquillas en todos y cada uno de tus sentidos. Una sorpresa.
© Ricard de la Casa – Texto, imagen – enero 2018.
Puede verla en grande en mi galería de FLICKR.